Hablar de creatividad es hablar de propiedad intelectual.
La creatividad es una cualidad innata del ser humano que nos permite crear y, por lo tanto, desarrollarnos y evolucionar a partir del pensamiento y la generación de ideas.
Esas ideas —consecuencia de la creatividad humana— son lo que al final componen los productos y servicios que conocemos, compramos y usamos. Así, la palabra ‘intelectual’ hace alusión a la materialización de esas ideas, es decir, a las creaciones de la mente cuando son expresadas a través de cualquier medio.
Por su parte, la palabra ‘propiedad’, de acuerdo con la Real Academia Española, es el derecho o facultad de poseer alguien algo y poder disponer de ello dentro de los límites legales.
Entonces, la propiedad intelectual es el conjunto de derechos que tienen las personas sobre las creaciones de la mente cuando estas son expresadas, y que les permite disponer de ellas dentro de ciertos límites legales, con independencia de la industria en la que participen.
Aunque tradicionalmente los derechos de propiedad intelectual han sido relegados a los abogados, lo cierto es que todos aquellos involucrados en el desarrollo de procesos creativos deberían conocerlos y entenderlos, pues de su correcta gestión depende el desarrollo y fortalecimiento de las ideas, proyecto y marcas. ¿Por qué?
Los derechos de propiedad intelectual se dividen en dos grupos:
i. los derechos de autor y los derechos conexos
ii. los derechos de propiedad industrial, derecho sobre las marcas, derecho sobre los nombres y las enseñas comerciales, derechos sobre los lemas comerciales, derechos sobre los diseños industriales, los modelos de utilidad y las patentes; derechos sobre el secreto industrial.
Conocer los derechos de propiedad intelectual y entender los principios de su gestión nos permite desarrollar las ideas, lanzarlas al mercado y participar de manera activa en este.
